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Virgen de la Victoria de la Hermandad de Las Cigarreras en Campana el Jueves Santo de la Semana Santa de Sevilla 2018, a los sones de las Banda de Música de Las Cigarreras.

Vídeo por El Llamador Sevillano

 


 

Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna.

La talla de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna es obra de Francisco Buiza, quien la realizó en el año 1974. La imagen fue restaurada entre noviembre de 2005 y febrero de 2006 por Enrique Gutiérrez Carrasquilla. Esta talla representa al Divino Redentor en el Misterio de su Sagrada Flagelación, al que rinde culto la Hermandad.

La imagen del Señor aparece junto a la columna, a la que está atado mediante una cuerda a una argolla situada en la parte superior de ésta. El Señor se sitúa a la derecha de la columna con el cuerpo inclinado sobre la columna, que contrasta con el giro de la cabeza hacia el lado contrario. La posición de las piernas es abierta, con el pie izquierdo adelantado, mientras que permanece retrasado el pie derecho del que levanta ligeramente el talón.  La cabeza tiene una abundante cabellera que cae a los lados de la cara y sobre los hombros y presenta una barba bífida. Destaca la enorme expresividad de las manos, juntas y sobre la columna, en la que se aprecia la crispación y el dolor por los azotes que está recibiendo. El cuerpo apenas se cubre con paño de pureza en la cintura, atado mediante un nudo de una gruesa soga en la cadera derecha, que aparece descubierta.

Nuestro Señor sufrió, por orden del gobernador romano de Judea, Poncio Pilatos, uno de los tormentos más atroces que entonces podía soportar un reo. La Sagrada Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo se llevó a cabo de acuerdo con los usos romanos que, a diferencia de la flagelación judía, no tenía límite en el número de golpes. Para recibir tal tortura, fue atado a la columna que a tal fin existía en el Pretorio del Palacio del gobernador. La columna era de medio fuste de forma que el reo quedaba en posición más indefensa aún, si cabe, aumentando así su sufrimiento.

Eran seis los encargados de aplicar el castigo, turnándose éstos de dos en dos. Los verdugos utilizaron con Jesús el denominado “flagellum taxillatum”, que consistía en una empuñadura de madera con unas tiras o correas de cuero a cuyos extremos se fijaban pequeñas esquirlas de huesos o bolas metálicas aristadas, lo que producía además el desagarro de la piel y masa muscular. Jesucristo recibió más de ciento veinte golpes en la espalada, tórax y abdomen, lo que le provocó gravísimas heridas tanto externas, como internas, hasta el punto que, de no haber mediado la crucifixión, tales lesiones hubiesen provocado su muerte.

La imagen del Señor en su paso procesional está acompañada por el grupo escultórico que tallara José Antonio Navarro Arteaga en 2003, junto con un soldado de este mismo imaginero que realizó en 1996, sustituyendo a los sayones y soldado romano obra de Francisco Buiza.

 

María Santísima de la Victoria.

La Hermandad rinde culto a María Santísima en advocación de Virgen de la Victoria. La excelsa talla de la Virgen de la Victoria data del siglo XVII, ejecutada probablemente entre 1611 y 1628, intervenida por Astorga en 1803 (inclinación de la cabeza mediante cuña en el cuello, introducción de ojos de cristal y posiblemente policromía a pincel sin pulir), Baglietto en 1859 (nuevo candelero, cintura y brazos), y Francisco Buiza en 1978 (nuevo candelero, tapado grieta del cuello y limpieza superficial). Las manos son de Juan Luis Guerrero de 1916. Ha sido restaurada integralmente por Enrique Gutiérrez Carrasquilla entre noviembre de 2006 y febrero 2007.

El origen de la advocación de Nuestra Amantísima Titular hay que buscarlo en la estancia de la Hermandad en el Convento de San Francisco de Paula y la vinculación de la orden de Monjes Mínimos de San Francisco de Paula con dicha advocación. La devoción a la Virgen de la Victoria arranca de la conquista de la ciudad de Málaga por los Reyes Católicos.

Corría el mes de mayo del año 1.487, cuando el Rey Fernando el Católico al frente de las tropas cristianas llega a las puertas de Málaga, seguro de una conquista rápida y cómoda. Sin embargo, los acontecimientos se torcieron y la campaña militar no tuvo el desenlace con la celeridad esperada. El sitio de Málaga se enquistó durante todo el verano soportando las huestes del Rey Católico la dureza de los calores propios de la estación, así como los focos infecciosos que se originaron en el campamento cristiano. En estas circunstancias, el decaimiento provocado por los nulos resultados militares, así como por las penalidades que padecían los cristianos hacen dudar al Rey de continuar el cerco. Por ello, la Reina Isabel La Católica viaja desde Córdoba para incorporarse al sitio a fin de alentar el debilitado ánimo de los combatientes cristianos.

Cuenta así la leyenda que, en ese trance dubitativo, el Rey tuvo un sueño en el que se le apareció la Virgen con el Niño sentado sobre su pierna con una palma de la victoria en la mano, animando al Rey a no cejar en el empeño y seguir hasta la consecución de la toma de Málaga, hecho que se le anunciaría al Rey con la llegada de dos monjes. Se cuenta también que el mismo San Francisco de Paula, teniendo conocimiento por el Conde D. Pedro de Lucena, embajador de los Reyes Católicos en la Corte francesa, de la intención de abandonar el cerco de Málaga, les escribe una carta, que les envía por medio de dos frailes, Bernardino de Cropalati y Giaccomo Lespervier, en la que les anuncia que a los tres días de recibir dicha carta caería Málaga.

A los pocos días se produce la caída de Málaga y la toma por las tropas cristianas del Rey Fernando el Católico, quien en muestra de agradecimiento ante la intercesión de la Virgen en la campaña militar, así como por la intervención de los monjes mínimos, de los orden de San Francisco de Paula, dona una imagen de la Virgen para su veneración en una ermita que se habría de construir en el mismo lugar en el que se situó el campamento cristiano. Cuenta la tradición que la imagen que el Rey Católico donó a la ciudad de Málaga era aquella que a su vez le había regalado Maximiliano de Austria y que recibía el culto del Rey Fernando en su oratorio de campaña.

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