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Procesión de Jesús de las Penas de la Hermandad de Las Penas por Campana el Lunes Santo de la Semana Santa de Sevilla 2019

Vídeo por El Llamador Sevillano

 


 

Nuestro Padre Jesús de las Penas

La imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas, está realizada en madera de cedro,  de autor desconocido, toda tallada y representa el pasaje de una de sus Caídas, cuando iba camino del Calvario, llevando sobre el hombro izquierdo, la pesada Cruz de nuestros pecados.

Desde el punto de vista artístico, mide 1,34 metros desde la cabeza al talón; su mano derecha se apoya en el suelo en un intento de levantarse; la cabeza la tiene vuelta hacia este mismo lado, con la mirada fija al frente y con corona de espinas tallada en la misma pieza de la escultura, abrazando la Cruz con la mano izquierda.

La talla, derivada de las creaciones de Roldán, hace gala de una estética barroca más avanzada, más preocupada por acentuar la belleza de rasgos y proporciones que por resaltar aspectos monumentales. Es, por tanto, obra inmediatamente posterior a la irrupción de Roldán en el panorama artístico sevillano. Se circunscribe, pues, al ámbito de los colaboradores y herederos del maestro.

No es efigie procesional sino de retablo, destinada a ocupar una hornacina en el Claustro Principal de lo que fue Convento Casa-Grande del Carmen. De ahí, su carácter marcadamente frontal y decorativo. Es una imagen de talla completa, de bellísimo estofado con rico esgrafiado de oro en relieve en el frente visible de la túnica y sólo dibujado en el dorso, salpicado con pequeños ramos de flores sobre el color grisáceo-azulado de fondo. En el siglo XVIII, la imagen fue mutilada, al objeto de poderla vestir. Con tal motivo, hicieron desaparecer los pliegues tallados del cuello, tórax y mangas de la vestidura, y le fue seccionado el brazo derecho. Solamente se aprecia el pie derecho al tener atrasada esta pierna, el izquierdo no se pormenoriza por caer bajo la túnica. Es quizás la escultura que mejor representa la caída de Cristo en tierra, o mejor aún, el momento previo a la caída total, en un concepto esencialmente dinámico de movimiento inestable.

La espléndida cabeza, con la corona de espinas tallada en bloque al gusto de la primera mitad del siglo XVII, gira angustiosamente hacia la derecha. El pelo se resuelve con suaves surcos y guedejas a ambos lados del rostro, la barba es bífida. A su rostro, de cuidadas facciones, aflora una pena honda, lacerante, resignada; su mirada es serena y expresiva, dulce y angustiada a la vez. Este Nazareno, al parecer, representa la Primera Caída en tierra. Cristo, a pesar de su talante doliente y angustiado, aún posee la entereza física necesaria para continuar su camino hacia el Calvario.

Bernales Ballesteros apunta una posible inspiración en un grabado veneciano, dada la figuración doliente de Jesús caído con tres puntos de apoyo y la composición frontal. La mano derecha se apoya en el suelo y la izquierda aguanta la Cruz que carga sobre sus hombros. Puede estar inspirado también, pero más lejanamente, en el famoso cuadro de Rafael Sanzio titulado El Pasmo de Sicilia. Esta imagen, cerrado el Convento del Carmen en 1868, se trasladó en 1870 a la Parroquia de San Vicente, colocándose en un altar a los pies de la nave de la Epístola.

Sus volúmenes son bien contorneados; rostro expresivo, ojos cristalinos, que se encuentran en la actualidad pintados, y afiladas aristas en el rostro y cabellera. Sobre su cabeza lleva las tres Potencias, símbolo de su Divinidad.

Para la salida procesional y cultos en su honor, cruz rectangular de carey con incrustaciones de plata que forma un dibujo romboidal, ejecutada en el mismo siglo de la Imagen

Rafael Barbero Medina realizó una espléndida restauración en 1980. Resanó ensambles, repuso espinas perdidas, encarnó la nariz y limpió la frente y pabellones auditivos.

 

María Santísima de los Dolores

La imagen de la Virgen de los Dolores procede de una Esclavitud de Siervos de María que ya existía en el siglo XVIII (1718) en la Parroquia de San Vicente. Se situaba en un retablo del lado derecho de la Capilla Sacramental. Su propia advocación alude a la Virgen como Corredentora del género humano, ya que en su corazón purísimo sufrió los dolores que su Divino Hijo padeció para redimir al hombre. Alejandro Guichot en 1925, atribuyó esta Dolorosa a Blas Molner (fines del siglo XVIII), discípulo de Cristóbal Ramos.

Juan Carrero estima que dicha atribución no tiene consistencia, pues por comparaciones de obras del escultor valenciano, existe una diferenciación de su tipología como se puede apreciar en la documentada de Nuestra Señora de las Angustias, del Convento Madre de Dios, de Lucena (Córdoba) (1799), o en la Virgen de la Soledad, de una colección particular de Morón de la Frontera, que tiene en la espalda una inscripción indicando que la hizo dicho imaginero. Se puede fijar, desde luego, como obra anónima (siglo XVIII). Sería interesante seguir una pista que da González de León sobre una obra de Blas Molner procedente de la iglesia de San Miguel y que pudiera tener relación con esta imagen. Otra pista es la gaditana, ya que la Virgen del Mayor Dolor (de la hermandad del Cristo de la Buena Muerte) de la iglesia de San Agustín de Cádiz recuerda en todos sus rasgos y mirada a la de nuestra Hermandad, como asimismo son semejantes las manos que posee. Puede que las dos las labrase el mismo escultor, tal vez un escultor italiano..

María Santísima de los Dolores es una imagen de candelero, para vestir, tallada únicamente el rostro y las manos; concebida para atraer hacia ella la devoción del fiel. La Virgen de los Dolores ahonda en los postulados estéticos del Academicismo sevillano de fines del siglo XVIII: la cabeza de tamaño natural, el rostro aparece frontal y ligeramente inclinado a la derecha, la mirada se dirige hacia lo alto, el óvalo del rostro es redondeado, el semblante lánguido, las carnaciones pálidas con enrojecimiento en los párpados, los ojos de cristal, surcando sus mejillas siete lágrimas representativas de sus dolores, las cejas trazadas como a tiralíneas, la nariz de buen dibujo y modelado como asimismo la boca, ligeramente abierta, en la que asoman dientes tallados de marfil; las manos abiertas y suavemente fiexionadas.

En definitiva, todo obedece al ideal de belleza femenina del momento. El busto está desbastado y a él se une el candelero. Mide 1,59 m de alto. Esta efigie mariana ha sufrido varias restauraciones: en 1926 la retocó José Ordóñez; en 1954 la intervino Narciso Gallego; en 1965 la consolidó, encarnó y policromó Sebastián Santos Rojas y en 1985 la volvió a consolidar José Rodríguez Rivero-Carrera.

La Hermandad, tomando las debidas precauciones por el mal estado en que se encontraba la imagen de la Santísima Virgen, encargó al escultor D. Sebastián Santos Rojas, una copia exacta realizada por el método de «sacado por puntos», que serviría para sustituir a la actual en caso de algún accidente, y que se encuentra en nuestra Casa de Hermandad.

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