Santísimo Cristo de las Penas de la Hermandad de la Estrella en Campana el Domingo de Ramos de la Semana Santa de Sevilla 2019, a los sones la Banda de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas.
Vídeo por El Llamador Sevillano
Nuestro Padre Jesús de Las Penas.
Iconográficamente, la imagen de una figura meditando sentada sobre una piedra y apoyando el rostro sobre una mano, tiene un origen que se remonta a época grecorromana, en la cual se representaba a Saturno, el más antiguo de los dioses del panteón griego, sentado en esta actitud; desde entonces se asoció a la deidad con el temperamento melancólico, con la introspección y la meditación. En el mundo cristiano, especialmente hacia el último cuarto del siglo XV, los filósofos neoplatónicos relacionaron la figura de Saturno con Cristo, como guía y maestro de la más profunda contemplación filosófica y religiosa; sobre estos planteamientos en 1.914 Alberto Durero estampaba su xilografía “Melancolía I”, cuya influencia en el arte religioso fue decisiva en la representación de Jesús pensativo ante el instrumento del suplicio, hasta llegar a ser una de las escenas pasionarias más divulgadas desde el siglo XV hasta el XVIII. Es habitual en estas escenas situar la cruz tendida en el suelo junto a la víctima. Esta asociación con la Cruz está presente en el título fundacional de la Cofradía: “De las Penas de Christo Nuestro Señor y Triunpho de la Cruz”.
De igual manera, la advocación de la imagen procede de los Países Bajos y Alemania, donde se creó esta iconografía donde estas figuras se denominaban “Cristo de la Humildad y Paciencia”, “Cristo de Piedad” y “Cristo de las Penas”. La vinculación de nuestra dinastía reinante con los mencionados países favoreció el arraigo de esta devoción en España. Para mover más a la piedad, durante el barroco se suele alterar la postura inicial de las manos para unirlas en el gesto de oración que muestra la escultura que nos ocupa. Esto motivó su proliferación en hospitales y asilos, como consuelo para los enfermos y ancianos, siendo el ejemplo a seguir en las calamidades de la vida.
Nos encontramos, en definitiva, ante una talla realizada por uno de los más importantes escultores barrocos que trabajan en nuestra región, introductor en España de una nueva forma de interpretar el estilo barroco quien, al ejecutar esta figura, realiza una perfecta conjunción entre la iconografía tradicional de la melancolía y la meditación sobre la muerte. Una obra digna del mayor interés para los estudiosos de la historia del arte y merecedora de la devoción de quienes buscan consuelo a su dolor en los sufrimientos de Cristo.
Los libros de actas de la Hermandad recogen varias restauraciones sufridas por la imagen en este siglo. En 1.977 fue intervenida por Francisco Peláez y en 1.982 por el escultor Luis Ortega Brú, a quien sorprendió la muerte mientras realizaba este trabajo, que concluyó Manuel Calvo Camacho. Finalmente, entre 1.996 y 1.997, los hermanos Cruz Solís prestaban a la talla su aspecto actual.
María Santísima de la Estrella.
La Virgen de la Estrella, Imagen Dolorosa de candelero de tamaño natural no documentada, por su unánime valía artística, ha sido atribuida tradicionalmente al escultor Juan Martínez Montañés. Bermejo, el gran historiador de las cofradías hispalenses, recogía ya en el siglo XIX esta adscripción y agregaba que es “de las más hermosas de esta ciudad y en lo antiguo tuvo tanta fama y celebridad, que hubo empeño en poseerla, asegurándose como tradición que una noche trataron de robarla”.
La misma opinión observa el profesor Hernández Díaz, quien en la monografía consagrada al gran imaginero andaluz, anota: “Difíciles son siempre de clasificar las Dolorosas, ya que sólo poseen talladas la mascarilla y las manos, siendo el resto un maniquí para vestir; además el continuo trajín del cambio de indumentaria y las preparaciones procesionales, erosionan o alteran más o menos dichos elementos, con la necesidad frecuente de restauraciones. De antiguo viene atribuida a Montañés y yo entiendo que puede adjudicársele por el sentido letífico de su Dolor y la belleza de su expresión, sólo alcanzable por un gran maestro”.
El problema estriba en que el rostro de la Estrella no se parece a las idealizadas facciones marianas modeladas por Martínez Montañés. Sólo la mirada baja sintoniza con su estética, pero nunca las cejas arqueadas y el sollozante rictus de dolor. Bien es cierto que tampoco se conserva ninguna Dolorosa de Montañés para establecer comparaciones. El debate, pues, continúa abierto.
Entre septiembre de 2009 y enero de 2010, se realizó a la Imagen una intervención de conservación y restauración en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), paralelo al cual se llevó a cabo un profundo estudio histórico artístico por parte de las historiadoras del arte Eva Villanueva Romero y Carmen García Rosell, quienes, en base a la documentación analizada, acotaron la fecha de la ejecución de la Virgen de la Estrella entre los años 1665 y 1709. Por otra parte, las pruebas y ensayos realizados a la Imagen concluyeron que la misma no había sufrido a lo largo de su evolución histórica modificaciones considerables en su morfología, lo cual permitió analizar de una forma más clara sus características estilísticas. Con todo ello, el referido estudio se decantó por la atribución anteriormente defendida por los investigadores Lorenzo Alonso de la Sierra y Francisco Espinosa de los Monteros, los cuales proponían que la Virgen de la Estrella sería una obra de Luisa Ignacia Roldán (La Roldana) y realizada en el periodo sevillano de la artista, coincidiendo con el momento histórico inmediato a la fusión, en 1.674, con la Hermandad de Ntro. Padre Jesús de las Penas. Así se expone la comparación de la Estrella con la Virgen de la Soledad del antiguo convento Mínimo de la Victoria de Puerto Real, restaurada también en le IAPH y el San Servando de la Catedral de Cádiz o la desaparecida imagen de María Magdalena de la Hermandad de Jesús Nazareno de Cádiz, obras documentadas de La Roldana, que muestran rasgos comunes como, entre otros, la significativa forma de resolver la boca, carnosa y con el labio inferior caído en gesto de dolor acentuado, y el labio superior coronado por un característico hoyuelo.
No cabe duda de que es ésta una de las imágenes dolorosas de la Virgen más admiradas de Sevilla, por su innegable calidad artística. Destaca su belleza, contemplada tanto de frente como de perfil, y sus manos quizás sean las más “elocuentes” de todas las vírgenes sevillanas. Queriendo hacer una brev